Este verano, a causa del coronavirus en Cantalapiedra no se han abierto las piscinas públicas municipales, pero se ha producido una explosión de piscinas domiciliarias. Al parecer esta oleada ha sido a nivel general, pues en las grandes superficies se agotaban las existencias de piscinas en el mismo día que las ponían a la venta.
La denominada nueva normalidad se caracteriza por formas de vivir que antes no adoptabamos.
Desde el mismo día en que se dio comienzo a esta nueva etapa, tras el fin del estado de alarma muchas personas han optado por volver a sus viviendas de Cantalapiedra, de tal forma que da la impresión de que nunca antes tantas casas del pueblo habían estado habitadas o quizá durante fiestas de septiembre.
Es destacable la precaución adoptada por estas personas, que tratan de permanecer en sus domicilios, patios, corrales, jardines y piscinas privadas para evitar el contacto que dicen propicia el contagio de coronavirus, en caso de que alguien lo tuviera,a sabiendas o desconociendo su condición de portador del virus.
Predominan las mascarillas, distancia de seguridad y el uso del gel hidroalcohólico por doquier. Toda precaución es poca y más vale prevenir que curar.
En el pueblo de Cantalapiedra, por suerte no se sucedieron fallecimientos durante el estado de alarma. Algo que evitó el mal trago que se llevaron esas familias que no pudieron dar la despedida deseada a sus seres queridos. No obstante a posteriori, ya han sido varias las personas que han sido despedidas, eso sí, con el cumplimiento de las normas establecidas para evitar el contagio por coronavirus.
Todas estas son notas de la nueva normalidad que rige en pueblos como Cantalapiedra.
El miedo es libre y más vale prevenir que curar. Estas dos frases propias de la sabiduría popular dejar entrever la adopción de soluciones y determinaciones como la no celebración de fiestas populares o la no apertura de instalaciones como las piscinas o el frontón.