Los placeres del otoño retornan a las extensas superficies cerealistas de Cantalapiedra. Uno de estos privilegios es la caza con galgos en campo.
Esta forma de capturar animales ya no una forma de obtener alimento sino un deporte en el que lo importante no es matar la liebre sino el juego habilidoso y la competición entre los podencos por dicha preciada pieza de caza.
En Cantalapiedra es un lujo contemplar este espectáculo por la dureza de las liebres que habitan estos pagos. Se puede apreciar la habilidad y la sagacidad de estos pequeños mamíferos que conocen el terreno tanto o más que los propios labradores del lugar.
Coincidiendo con el día de la Virgen de El Pilar los galgueros empezaron ayer a salir al campo. El club de caza Cañipón ha vuelto a ser el primero en estrenar la veda, por tratarse del único federado de la localidad. Las liebres del Coto Villares ya han empezado a moverse al paso de la mano formada por los galgueros y sus galgos. La primera jornada con el terreno húmedo por la lluvia de la noche anterior, que dejo seis litros por metro cuadrado se caracterizó por la participación de galgos nuevos. Perros, futuros campeones, que aunque nóveles sí hicieron las delicia de los asistentes, tanto los que estaban en la mano, como los muchos que observaban desde lo lejos, unos desde el altonazo donde está la caseta de la finca y otros desde otros puntos estratégicos, donde en ningún momento estorbaban el desarrollo de esta afición más deportiva que de caza.
Lo galgueros miran por el entrenamiento de sus perros, mientras que José Luis Igea, responsable del coto que ha heredado de su tío Luis Igea, se encarga de mantener vivo ese amor de su pariente por esta afición al mundo de la caza con galgos. En su caso es aprecio al entorno natural, el ambiente que se crea entre los amigos de esta diversión y sobre todo, el compromiso para la conservación y mejora de las liebres naturales de estos terrenos llanos y extremos por la climatología.