Este fin de semana, lunes y martes procedía la fiesta en honor a Nuestra Señora de la Misericordia en Cantalapiedra. Por segundo año consecutivo no hubo fiesta sonada aunque las gentes de la Villa han vivido esta fiesta, cada cual haciendo el guiño apropiado. Hay quienes han ido a misa, otros se han sentado en la terraza, habrá quienes se hayan encontrado con los amigos para compartir algo, otros han aprovechado para acercarse al pueblo. Es verdad que ha destacado la prudencia y el cuidado, pero en los sentimientos y en el corazón no mandan las leyes y las normas y no se han podido evitar los recuerdos de ese derroche de cariño para con la Virgen de la Misericordia en Cantalapiedra, ese derrame de alegría al volver a encontrarse con familiares y amigos en el pueblo de la infancia. Quizá la nostalgia sea abundante en unas fechas marcadas por el recuerdo.
La pandemia ha venido a marcar un antes y un ahora, veremos que depara el después, lo cierto es que Cantalapiedra está en silencio, con un intenso respeto a normas, mandatos y directrices, pero con la racionalidad despierta de un pueblo que atesora en sus raíces acontecimientos que aún se reflejan en las calles, los edificios, el carácter y la forma de ser de unas gentes formales, serias, alegres y acogedoras, ejemplares y que dejan su huella allá por donde van. Muchos crean curiosidad al hablar tan atractivas vivencias de la muy buena villa de Cantalapiedra e incluso mencionar a Nuestra Señora de la Misericordia y tanto que rodea a la devoción que despierta la Virgen en este lugar.
Cantalapiedra ha vuelto a rendir culto a la Virgen de la Misericordia. Tras una semana de novenas dedicadas a la madre de Dios, los fieles acudieron ayer a la misa del domingo de Pentecostés y hoy, lunes por ser el día de la fiesta, se han celebrado dos celebraciones eucarísticas, una a las 13 horas y otra a las 20 horas.
Todas las celebraciones religiosas han tenido lugar en la iglesia de Santa María del Castillo.