Volver a la vera de la Virgen de la Misericordia

Como cada mes de agosto la ermita acoge la celebración de misas. Ahora martes y viernes a las 20 horas, antes misa diaria, los vecinos e hijos de la villa acuden a la vera de la Virgen de la Misericordia para dar gracias a la madre de Dios y rezar misas por los que ya no están.
Esta tradición, conservada parcialmente, es seguida intensamente por quienes llenan la querida ermita cada martes y viernes. Esta apertura de las puertas de la ermita es una oportunidad de estar cerca de la muy estimada patrona local, para todos los que habitan Cantalapiedra, pero sobre todo para quienes viven lejos, y vienen estos días de verano.
Los brazos de acogimiento de la Virgen de la Misericordia siempre han estado prestos a ofrecer alivio a las gentes de Cantalapiedra en los momentos más difíciles. Tomasa Sanz recuerda los tiempos de la guerra civil, cuando su madre, Alejandra Vadillo, guardaba gran cuidado de la ermita, momentos en que las gentes de esta villa ofrecían velas a la madre espiritual de Cantalapiedra. En esos años la ermita se abría a diario y solamente cerraba sus puertas por la noche, cuando Tomasa, acompañada de sus hermanos, Bonifacia, Feliciana, Anastasio y Ramón, junto a su madre rezaban un Ave María en la entrada. Aún no había luz eléctrica, y los pequeños hermanos Sanz después de la oración salían "zurraditos de miedo", explica Tomasa.
Eran otros tiempos, por entonces la ermita tenía una casita adosada y una sacristía. Era la casa del sacristán, cuyo cargo fue desempeñado por el último organista que tuvo la parroquia, Anastasio Sanz, el padre de los hermanos Sanz.

Otro de los bonitos signos que se han perdido recientemente han sido el de celebrar bodas en la ermita, junto a la Virgen de la Misericordia, como así fue la de Tomasa con Jesús Pérez.


Con el tiempo también se ha perdido la costumbre de despedir en la ermita de la Misericordia a los vecinos que mueren. Como una entrega consoladora en los brazos de María a ese ser querido que deja este mundo. Tomasa recuerda que se entraba con el féretro por la puerta principal, que es la única que se conserva, y se salía por una que existía bajo la actual tribuna hacia el camposanto.