El Domingo de Ramos, es como la puerta de entrada a la Semana Santa en Cantalapiedra, pero este año no se asistirá a celebraciones religiosas. En las calles se echa de menos la presencia de los niños, y del resto de personas. La alegre plaza de Cantalapiedra espera el fin de este periodo de protección social para ser nuevamente escenario de encuentros. Reuniones en las terrazas, juegos en los columpios, procesiones, fiestas y otras cuestiones
El aislamiento es una realidad que, puede llevarnos a tiempos remotos, a una época en la que la villa de Cantalapiedra cerró sus antiguas murallas para defender la causa de la excelente señora doña Juana, y con ello la unión de Castilla con Portugal. Se pactó una tregua por la llegada del invierno, y tras un segundo cerco, parece ser que hubo una rendición pero con condiciones ventajosas para las gentes de la localidad y los portugueses que se hallaban dentro del recinto amurallado. Entonces de Cantalapiedra dicen que hablaba Isabel La Católica y nuestro pueblo quizá por ese hito de resistencia u otros se ganó los títulos de La muy buena y leal villa de Cantalapiedra.
Ahora, Cantalapiedra continúa resistiendo al igual que el resto del mundo. Hay un estricto mandato de cumplir con las normas del presente por el bien de la humanidad, pero no obligan a olvidar la necesidad de replantear un futuro que a voz de pronto no será como el pasado. Este tiempo de paréntesis para la frenética actividad humana parece que marca un antes y un después, un punto de inflexión.